miércoles, 5 de julio de 2017

A Godly Dream

Abrir los ojos, lenta y dramáticamente, al ritmo de un distante lamento de cuatro cuerdas frotadas, le confería cierta sensación de certidumbre. Mientras no lo vea, no puede herirme. Pero, oh, ya sabía que no había pensamiento más incorrecto ni mentira más afilada. Siempre hiere. 
Estaba sentado en la esquina de una oscura celda de piedra, cuya única iluminación provenía de una rendija elevada por la que se colaba uniformemente la luz de la Luna creciente. Se quedó ensimismado imaginando el tacto de aquella irradiación que se vertía entre las rejas de la ventana, sin atreverse a mover un solo músculo más -los párpados pesan-. Interrumpió la concentración y deslizó con cierto cansancio la mirada por la estancia vacía... ¿dónde estaba? Intentó incorporarse sólo para hacerse consciente de lo increíblemente agarrotado que tenía el cuerpo. Cada uno de sus movimientos, lento, torpe y doloroso, componía una sinfonía de agonía que le invitaba, cual canción de cuna, a retornar a su posición original para descansar en paz. Pero se incorporó.

Alzó una de sus manos, la izquierda, y la sumergió en el cuerpo irradiante de su única compañera. Nada. Ni frío, ni calor. Si la celda hubiese sido una metáfora de su soledad, y la mil veces cantada bella Luna su sola compañía, el insípido contacto de sus dedos con la tenue iluminación le devolvió con tranquila parsimonia a la realidad de su condición: la ilusión del número (n)uno... el Sueño de Dios.

Debía de ser terriblemente solitario ser lo (n)único que es Sagrado en el (n)universo. 

A.

miércoles, 15 de abril de 2015

Silence

Al principio lo comentó como una obviedad. Después, al ver la ausencia de reacción, intentó describir lo que a él le parecía natural, esperando una respuesta por parte de sus interlocutores. Pero ninguno se movía. Lo redujo a términos lógicos y sencillos, pero seguía sin recibir la reacción esperada. Comenzó a frustrarse, y levantó la voz, gritándolo. Las lágrimas de frustración siguieron la ausencia de entendimiento. No tenía las palabras, la destreza, la velocidad o simplemente la capacidad de hacer que le entendiesen. Entonces lo comprendió. No podían comprenderle porque sus mentes no lo habían experimentado. Y la Puerta de Templo se abrió ante sus ojos.

martes, 6 de enero de 2015

The Cold Of Winter

"I have died every day waiting for you."


¿Sabes? Solía pedirte en cada una de las ocasiones que tenía para formular un deseo. Desde que tengo memoria, al menos. En cada cumpleaños cerraba los ojos y te pedía para que el próximo año me ayudases a soplar las velas. Cuando me sentía solo o atrapado me daba esos largos paseos por la playa, y si aparecía alguna estrella fugaz le pedía con todo mi corazón tu mano para la próxima caminata por la costa. En año nuevo, al terminar de casi atragantarme con las doce uvas, deseaba que para el siguiente fueses el primero a cuyos brazos lanzarme al sonar la última campanada. Fíjate si te pedía que hasta hice un blog que como título pregunta por ti... Te pedía y te echaba de menos, y aun sin conocerte sabía que estabas por ahí, y que seguro que en algún momento nos encontraríamos y todo, por fin, estaría bien. Lo que se me olvidó pedir, quizá, fue la capacidad de reconocerte. 

Pero no sólo te pedía; no. También te buscaba. Te buscaba de bar en bar, de mano en mano, de beso en beso y de corazón en corazón, y a cada nuevo fracaso cada vez sentía que necesitaba correr más y más, que me quedaba sin tiempo. Nunca cerraba las opciones, y ya te puede imaginar el caminillo de corazones rotos que dejé a mi paso. Luego se transformó en una adicción, y yo lo disfracé de juego. 

* * *
El cartel decía: "Pasen y vean a una de las criaturas más extraordinarias de nuestro mundo." El premio por domesticarla era su corazón de oro. Lo que los clientes no sabían era que en su carrera por la libertad algo se lo había robado por el camino. Sin corazón, órgano de los deseos, la criatura no podía ser domesticada. 

* * *

- Esto me cansa.- dijo Dorian. Se removió incómodo en su asiento y reflexionó acerca de esa sensación. No estaba acostumbrado a sentirse incómodo. 

- ¿El qué? - preguntó Dante distraído mientras contemplaba por la ventana el incipiente Invierno. Algo pareció preocuparle en el suave planeo de una de las retrasadas hojas de Otoño que había decidido unirse al suicidio de sus hermanas, pero giró la cabeza y miró a Dorian. - ¿Qué te cansa?.-

- Todo.- respondió.- El frío, la incertidumbre... - parecía desganado, y no miraba de vuelta a su amigo. -... todo esto de vivir del pasado en un eterno presente y no terminar de mirar hacia el futuro...- D
esde que no fumaba en pipa estaba un poco más irascible.

- Más allá del fin de semana, ¿quieres decir? - respondió Dante con una sonrisa. 

Hay que reconocer que sabía meter el dedo en la llaga, pero de sus palabras no podía extraerse intención maligna alguna. Tenía razón, a fin de cuentas, y lo había plasmado con una metáfora. La metáfora consistía en vivir una vida a base de placeres esporádicos que sólo los momentos de ocio proporcionaban placeres pasajeros que rogaban emulación, hasta que dentro de nuestra propia rutina de trabajo terminamos queriendo robar un pedacito de festejo en algún momento que no corresponde. 

Dorian levantó la vista para protestar pero sabía que no podía. Y además tampoco quería. Dante volvió a fijarse en el susurro del Invierno y Dorian se fijó con él.

- Frío pero hermoso...- susurró meditabundo. 

- Ordenado e imperturbable.- respondió Dante. 

- Aburrido y deprimente.- devolvió Dorian con cierto sarcasmo e hizo gesto de desdén con la mano, con un además de levantarse. 

- Como mi hermano.- contestó el pequeño guerrero con otra de sus sonrisas. Dorian no aguantaba la paz interior del muchachito de la espada, y éste no aguantaba la impulsividad y el descontrol de su hermano. Además, Dorian no aguantaba el frío, y nada le enfadaba más a que lo comparasen con cualquier cosa que oliese a hielo de lejos. Pero antes de que pudiese empezar una discusión ambos oyeron un ruido proveniente del piso de arriba. Se miraron un instante, tensos. 

-¿Crees que se habrá...- empezó Dante.

-...despertado?- terminó Dorian - No lo sé. Quizá se ha tropezado con alguno de sus juguetes. 

- No seas idiota.- replicó Dante. Un insulto; eso indicaba que estaba nervioso. Se intentó recomponer un poco y miró a su hermano: le temblaban las manos. Sin embargo fue Dorian el primero que se recompuso esta vez.

-Pues si se ha despertado más nos vale poner un poco de orden en la habitación...-.

Dante asintió, y ambos se incorporaron en silencio. 

D.

lunes, 8 de diciembre de 2014

All about us

"No te creo."


Cuando la guitarra empezó a sonar con sólo un par de tímidas notas del acorde completo me atreví a levantar la mirada. No estaba seguro de cómo había pasado, pero desde la Luna Llena tenía la extraña sensación de que no necesitaba estar tan atento de lo que pasaba a mi alrededor. El guerrero que había en mí se rebelaba contra esta nueva forma de proceder, pero un beso pareció suficiente para sellarlo en alguna celda para demonios. Entonces mi mirada se cruzó con la tuya, y un cálido escalofrío me recorrió la espalda, como cuando te susurran en el oído. Sentí cómo me acercaba a ti, pero no eran mis piernas las que me llevaban, sino tus manos en mi cintura. Noté tu respiración cerca de la mía, hasta que empecé a perder la sensación de respirar por mi propia cuenta y empecé a pensar que respiraba porque respirabas tú. Más efectos secundarios de haber bajado la guardia. Me dejé llevar por la experiencia hasta que no había más que una sóla respiración acompasada en dos cuerpos distintos. El entorno comenzó a difuminarse alrededor y mis ojos se perdieron en los tuyos, con ese tipo de emoción que deben de sentir aquellos que se pierden en un bosque en medio de una noche sin luna y encuentran una casita de madera: alivio y miedo, pero más del primero... a fin de cuentas hace frío fuera, y el lugar parece cálido. 

* * *

Entonces deja de parecer cálido, y pasa a serlo. La respiración se corta de golpe y nuestros labios se encuentran. Primer asalto; breve pero intenso. Entonces las barreras se caen y me pongo de puntillas para un segundo asalto. Sonríes, te retiras un poco pero mis ojos te piden otro más: sabes que, ahora, lo necesito. Te acercas de nuevo y rodeo tu cuello con mis brazos...

De repente despierto del ensueño y no estás. Vuelvo a oír las voces del local, las risas alcohólicas y las bromas de mal gusto. Todo se vuelve sórdido y lo que antes parecía una melodía no es más que un ruido estridente que bombardea mis oídos. Tras un momento de extrañeza me recompongo con lo poco que quedaba en mi fortaleza ("soy mejor que todo ésto", pienso) y miro a mi alrededor con pretendida indiferencia. Aunque tengo la sensación de que hay alguien riéndose de mí hago como que no estoy pendiente. Mis pensamientos se aceleran y apenas puedo concentrarme en algo más que en mantener la compostura, que ya me está costando. La situación me parece cada vez más bizarra y me pregunto qué demonios estoy haciendo ahí, quieto, con la impresión de estar completamente desnudo entre desconocidos.

La canción se había terminado y yo apenas me he dado cuenta del frío que realmente hace. 

D.

domingo, 12 de mayo de 2013

Green Night

Después de unas cuantas vueltas alrededor del Jörmungandr que mantenían la unidad de mi mente la sensación de circularidad hizo que me marease. Ciertamente el cuerpo me pedía esconderme tras la desgana, esa faceta de apatía facilona y rebelde que termina induciéndote a creer que los demás tienen la culpa de algo, pero mi mente necesitaba un combustible más adulto con el que arder a gusto; a fin de cuentas después de la apatía venían las mechas rojas, el flequillo y la guitarra eléctrica. El caso es que en esta ocasión el exceso de adolescencia me había llevado un pelín más allá de las fronteras de mis poderes. ¿Antecedentes? …alguno habrá, sí, pero ¿sirven de explicación?

Sí. La explicación es una de las ventajas del lenguaje humano: vivimos algo, le asignamos un símbolo, asociamos el símbolo a un concepto (los famosos universales) y de repente podemos relacionarlo con otros, pensarlo mejor y hasta compartirlo. La cosa parece sencilla, hasta ahí al menos. Por contra, verbalizar algo supone hacerlo inmediatamente más tangible, objetivo tal vez… de alguna forma más real. Y cuando los demonios dejan de poblar tu cabeza y pasan a ser intersubjetivos la alucinación colectiva atrapa, y el afecto se intensifica proporcionalmente al número de paranoicos. Supongo que el inconveniente de ésta conversación es que sólo podía tenerla conmigo mismo, lo que significa que necesitaba a Frank. Repetí tres veces la plegaria:

Loki, ayúdame a disolver el recuerdo en la fantasía…

*  *  *

La mirada se desdibujó con las ondas del estanque. Mientras la pálida luna reflejaba los dioses saben cuál de sus rostros (no recordaba la fase en la que se encontraba) la sonrisa se le congeló en los labios, cayéndose como las últimas hojas de un árbol que desfallece aventurando el Invierno. Notó cómo el pulso se le aceleraba levemente y comprendió que con cada nuevo latido aumentaba su adicción. Sutil en un principio, inocuo derroche del néctar de los romances bebió con avidez, olvidando que ese mismo romanticismo y las tragedias habrían de ir de la mano cual Eros y Tánatos envueltos en una danza de fuego. Licor refrescante que vuelve temerario al menos audaz de los cazadores, desliza sus ojos por el cuello de su presa donde una arteria rebosante de vida desespera por una boca que la bese, imitando al dedo índice acariciando el filo de una espada. La magia del espejo comienza a hacer su efecto, embravecida por el frenesí de Amor y Muerte danzando, mientras los enanos acumulan la leña que arde en deseos de prender. El espejo se rompe y al caer se transforma en el estanque en el que la mirada se desdibuja y la sonrisa se congela. El néctar mueve sus piernas y quiebra su voluntad de poder: la magia se desata. Uno detrás de otro y el mundo parece girar sin deseo de equilibrio (¿equilibrio? ¿qué equilibrio? un eco lejano repite la pregunta, quizá demasiado lejano como para haberla mantenido en la conciencia más de lo que estuvo): luces, sombras, ruidos y una ascensión, y al final un cristal que le muestran los últimos destellos de la tragedia. Verdes (pistacho, ¿podría ser?) como el color del último rayo del Sol antes de acostarse. Y ese mismo Sol le vería amanecer sin haber cerrado los ojos.

domingo, 3 de marzo de 2013

A Koala Song

Te digo que no, y después te digo que sí. Sí... supongo que es mi "forma de ser". Ya sabes que me gusta mantener el control de las situaciones, y en general es ese control el que me da la fuerza para mantenernos a flote a los dos... ¿o quizá sólo a mí? Me gusta que te sientas protegido entre mis brazos y que escondas tu sonrisa de koala en mi pecho, porque de alguna forma fortificas nuestro castillo: haces que pueda con cualquier adversidad que se nos coloque en el camino. 

¿Mi filosofía? La conoces mejor que cualquier otra persona sobre este planeta y sus diversas dimensiones. Disciplina, control, fuerza, orden... un cuerpo físico entrenado, un alma bajo dominio, una mente concentrada... Ni pasado, ni futuro, nada sino un eterno presente al margen de toda convención. Sabes que me dan igual las normas, los patrones, los prejuicios, las creencias, y que cualquier forma de dogmatismo no termina de calar en mi corazón, un corazón que de frío que puede llegar a ser, quema. Pero... ¿crees que me reconocerías en esta descripción?

La disciplina no es más que el propósito de entender que a cada segundo que no pasas conmigo puedo perderte de forma irremediable; a fin de cuentas mi muerte nunca está más allá de a un brazo de distancia (el izquierdo). El control es la necesidad de mantener fuera de foco aquello que nos sobra: modelos de conducta, moral, convenciones, estructuras, esquemas, ideas recicladas, y sustituirlo de forma creativa por aquello que decidamos por el camino. La fuerza surge de la urgencia de protegerte, quizá incluso más de lo que debería, casi sin dejarte crecer... a fin de cuentas no es sino el miedo a perder la batalla contra las Arenas del Tiempo lo que me hace buscar el poder. El orden es la ilusión de un mundo formado por líneas rectas y ángulos de noventa grados que me permiten sentirme seguro en mi posición, ya que tengo con qué compararla... al estar yo seguro, puedo proporcionarte un suelo seguro en el que pisar. 

Pero... ¡ah!... de repente me faltas.

Entonces el tiempo se vuelve mi peor tortura, los cielos se oscurecen y quedo recluso en unas mazmorras que más que proteger de mí a los "hombres libres", es a mí a quien protegen de mí mismo. La fortaleza se vuelve cálida, y el castillo de hielo pasa a ser de lava ardiente. La disciplina se torna en desorden, el control en descontrol, la fuerza en explosión, el orden en caos. La coherencia se convierte en un atributo sobrevalorado y la libertad de un pensamiento sin barreras me transforman en el mayor tirano intelectual y emocional que ha pisado la tierra. La vorágine convierte una perspectiva en la que todas las perspectivas son igual de válidas en otra perspectiva contraria en las que todas son igual de absurdas y ridículas ante mis ojos. Y podrías reconocerme también en éste párrafo, que no es sino ausencia de ti.

Entonces si el primero somos tú y yo, y el segundo no-tú y yo puedo inferir que puedo ser y no ser, ser o no ser, y ni ser ni no ser cuando tu órbita interacciona (o deja de hacerlo) con un "Yo" que de caótico es concreto, y de ordenado díscolo. 

Y todo esto, mon chéri, no es ni más ni menos que un Universo en el que colorear a nuestra medida, sin reglas heredadas de personas que tuvieron prisa por morir y se olvidaron de vivir, o que tuvieron prisa por vivir y se acabaron muriendo. Y quisiera colorearlo contigo, mi pequeño, mi amante, mi compañero de aventuras, mi calor en invierno y más calor en verano, y sobre todo mi mejor amigo: con tus colores, los míos, los de ambos, y los que nos inventemos sobre la marcha. Todo tiene solución, hasta la muerte (¿verdad, Muerte? - Muerte asiente y me sonríe [creo que no puede dejar de sonreír...]-). Sólo hace falta visualizar la puerta, dibujar el círculo de transmutación y apoyar las manos (las tuyas y las mías) en la pared. 

Te quiero. 

Á. 




domingo, 10 de febrero de 2013

De Aeternitas: Introducción

I

Levanté la vista ligeramente y observé cómo mis compañeros desangraban el cuerpo de aquella jovencita en la parte de atrás de la limusina. Me erguí y me limpié los labios con el puño de mi chaqueta, estrenada exclusivamente para la ocasión y ahora salpicada de la sangre que chorreaba por aquél cuerpo lleno de hematomas y mordeduras. Mi mirada se cruzó con el frenesí extático de uno de mis colegas y la excitación casi se me contagió. Casi.

La chica, por supuesto, no tenía la culpa. Era cualquier prostituta, de cualquier bar de cualquier barrio, en cualquier ciudad de nuestro bien entrado siglo XXI. La sofisticación, la inteligencia, y la moderación no eran atributos de estima en nuestros contemporáneos, así que, ¿por qué habríamos de apreciarlos nosotros? Pero lo hacíamos. O al menos yo lo hacía. Vale, quizá no era el mejor momento para meditar acerca de aquello, viendo cómo participaba de esta carnicería. Aún así, estaba plenamente justificada: era una cuestión de supervivencia, y además no solíamos matar seres humanos… aquélla noche sólo estábamos de celebración.

Los de mi especie éramos criaturas cautas, frías e inteligentes. Seres que perduraban cientos, y hasta miles, de años sobre un mundo que no sabe apreciar lo que tiene, porque es esclavo de sí. Cualquiera de los nuestros que rompía los tabúes del sistema esclavista de la “especie inteligente”, nuestro sustento, terminaba pagándolo con el cese de su propia longevidad. No. Nosotros no estábamos hechos para alardear, por la sencilla razón de que si el número de depredadores superaba el de depredados el sustento se volvía insuficiente y la propia Naturaleza armonizaba sus límites. Observábamos, en silencio, cómo criaturas orgullosas y efímeras repetían los mismos errores una, y otra, y otra vez bajo estandartes que, lejos de ser genuinos, reunían bajo sí de forma indistinta armaduras, arcos, espadas, arcabuces, fusiles, tanques y bombas nucleares, a modo genérico. A modo particular emulaban patrones: las cadenas invisibles son las más difíciles de romper, ya que requieren ojos capaces de ver lo invisible… y nosotros lo éramos.

Lo único que nos unía a esos seres miserables eran aquéllas preguntas que afectan a todas las criaturas capaces de pensamiento. Nosotros pensábamos, y dedicábamos décadas a hacerlo. ¿La ventaja? Cuando llevas siglos viendo cómo “ideas nuevas” prometen “nuevos mundos” y una felicidad que tiende al infinito comienzas a percibir una sutil diferencia. Quizá no en las primeras décadas, pero al cabo de los siglos, si has comprendido la mecánica de la Naturaleza y tus pensamientos disponen de un sustrato vivo en el que manifestarse, esa sutil diferencia se habrá hecho tan abismal que los mismos juegos no podrán engañarte, a menos que ésta sea tu voluntad. Y sí, he dicho “vivo”. Porque estamos muy vivos.

Las desgracias humanas no nos son ajenas, ya que el pensamiento es un arma de doble filo. Herramientas útiles como la capacidad de establecer relaciones lógicas y causales de más de un escalón, la imaginación o la creación de Arte, vienen acompañadas de las pasiones más desenfrenadas y los arrebatos más violentos y extáticos, tanto placenteros como dolorosos, eficazmente demostrado por el reflejo de la sangre en los ojos de mis compañeros. A fin de cuentas, ¿qué estúpida y efímera moral podría valernos a nosotros después de siglos de desgracias y engaños? El filo adverso de la espada de una mente superior, era una necesidad de control superior so pena de extinción total. No necesitábamos leyes, porque a pesar de que la muchedumbre nos considerase antinaturales, vivíamos según las normas de la Naturaleza, adaptando nuestra superioridad intelectual a los nichos del ecosistema, respetando el papel de toda criatura biológica. Y es por eso que no todos están preparados para llevar una existencia como la nuestra. La Selección Natural nos hace, a los longevos, la élite de la evolución.